Su nombre de pila fue «Margherita», de donde probablemente venga «Rita», como una forma abreviada -y afectuosa- de llamarla. Sea así o no, el nombre «Rita» evoca muchísimas cosas bellas, empezando por el amor a Cristo y la ternura que Dios derrama sobre los que sufren.

Rita fue una mujer sencilla y a la vez extraordinaria. Siendo adolescente se sintió llamada a la vida religiosa, pero sus padres no estuvieron dispuestos a apoyarla y decidieron casarla. Ella, por obediencia, aceptó contraer matrimonio. Lamentablemente, lo que vendría después sería muy doloroso para ella, ya que su esposo resultó ser un hombre violento y empezó a maltratarla.

Con el tiempo, sin embargo, gracias a su adhesión al Señor crucificado, a su oración constante y a su entereza -siempre dispuesta a devolver bien por mal-, Rita logró que su marido cambiara de vida y se convirtiera. Precisamente por eso esta santa mujer ha merecido el sobrenombre de «la santa de los imposibles».

Santa Rita de Casia no sólo es la patrona de las causas imposibles, también lo es de los necesitados.